
El mundo es una selva de diferencias; conocer el mundo es saber que no hay identidades formales, principio evidente y que se verifica a la perfección en el hombre, ya que la conciencia de ser, no es sino la conciencia de ser distinto.
Remy de Gourmont
pedro sanchez, (detalle)
Desde muy adentro del mar de imágenes surge el autorretrato. En los albores de la fotografía, a Hippolyte Bayard se le debe la primigenia mentira. Nadar tiene su sitio por su manejo de la naturalidad. En las vanguardias, Man Ray prefirió fotografíar su sombrero, en un gesto que evoca a Vincent van Vogh cuando pintó sus zapatos. En los 70-80s Nan Goldin proyectó sus desvaríos. Más cercana, Graciela Iturbide cubrió sus ojos con dos pájaros negros.
Provocadores, lúdicos, metafóricos, en el amplio catálogo de autorretratos encontramos una diversidad de interpretaciones acorde al entorno y tiempo, que entablan diálogos con el espectador a lo largo del camino.
“Conocerse en la mirada de los otros, conocerse mostrándose, conocerse como lo conocen a uno o como uno quiere ser, tantos modos abismales de dialogar. En el autorretrato se funde el sujeto y el objeto para responder simplemente a la pregunta, ¿quién soy yo?”, bajo esta premisa, Eric Jervaise motivó a sus alumnos a tomar sus cámaras en el taller de autorretrato, impartido dentro de la Licenciatura de Artes Plásticas del Centro Morelense de las Artes, en Cuernavaca, Morelos.
Con la conducción de Jervaise, se revisaron obras, se analizaron propuestas y procesos tecnológicos y en un cruce de técnicas –mixta, impresión cromógena, impresión digital, collage, instalación— y de tendencias que acusan, voluntaria o involuntariamente, diversas influencias artísticas; se decantaron 31 obras de 9 autores, quienes exploran variadas posibilidades formales y conceptuales.
Como un arma de dos filos, que revela aciertos, alcances, pero también límites, éstos autorretratos trascienden esa cierta “complicidad” entre la persona que maneja la cámara y aquella que posa; porque al fundirse en uno, el director y el modelo, cada autor valora la credibilidad que tiene no sólo en sí mismo como fotógrafo, sino en el propio lenguaje fotográfico como el medio más idóneo para expresar su sensibilidad, sus emociones y a la vez, su talento.

Carolina Álvarez, Josemaría Bahena, Mariana Camacho, Itzel del Cid, Paola Cisneros, René Díaz, Sandra Espíndola, Pedro Sánchez y Andrés de la Torre asumen el riesgo y actúan en consecuencia: algunos exploran desde la perspectiva de la nostalgia, que está muy presente en las narrativas actuales, con reflexiones sobre la niñez, la ausencia, el vacío; otros prefieren la introspección, la empatía por acercarse a aquello que palpita a su lado.
Hay quienes miran de frente, otros decidieron desarrollar la fragmentación, usaron ciertos artificios e incluso, apostaron por la representación de un espacio. Juego de identidades, de signos y símbolos, en estas imágenes corren paralelos el placer y el dolor, el gozo y la soledad, la serenidad y la rebeldía, donde a fin de cuentas, alguien dice Yo no estoy perdido. En el imparable desfile de imágenes que tenemos actualmente, los estudiantes del CMA tienen como aliados a la creatividad y al ingenio y con la energía a su favor, despliegan ante nosotros sus rostros, ojos, cuerpos, presencias y ausencias.
Nos miran desde el horizonte incierto de esto que llamamos época contemporánea y nos ofrecen el silencio de su mirada, para que pensemos en ella.
Blanca Magdalena Ruiz
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